Mirando la alameda de otoño lacerada, la alameda profunda de vejez amarilla, como cuando camino por la hierba segada busco el rostro de Dios y palpo su mejilla. Y en esta tarde lenta como una hebra de llanto por la alameda de oro y de rojez yo siento un Dios de otoño, un Dios sin ardor y sin canto ¡y lo conozco triste, lleno de desaliento! Y pienso que tal vez Aquel tremendo y fuerte Señor, al que cantara de locura embriagada, no existe, y que mi Padre que las mañanas vierte tiene la mano laxa, la mejilla cansada. Se oye en su corazón un rumor de alameda de otoño: el desgajarse de la suma tristeza. Su mirada hacia mí como lágrima rueda y esa mirada mustia me inclina la cabeza. Y ensayo otra plegaria para este Dios doliente, plegaria que del polvo del mundo no ha subido: "Padre, nada te pido, pues te miro a la frente y eres inmenso, ¡inmenso!, pero te hallas herido". GABRIELA MISTRAL. DESOLACIÓN. |
Dorada, con sentido protecor y generosa, con impulsos creativos. Soy mente de pensamiento impaciente. me expreso como pensadora receptiva, sensitiva y observadora en actividades que requieren de la versatilidad, la novedad y la curiosidad. Recibo aumento en los campos de acción que tocan al sentimiento, al deseo de vivir y al de inquirir en todos los campos, más bien como mente directora que como mano ejecutora. Amo el amor, no por lo que da, sino por lo que es.
jueves, 23 de junio de 2011
EL DIOS TRISTE
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